EL BIG LOW (VOL. 2).
SÁBADO
Segundo día de festival y todo un sábado por delante. Los lowers aprovechan las bondades
gastronómicas que ofrece Benidorm para cargar fuerzas ante lo que se viene
encima. Tascas, bares, arroces, pinchos y tapas, locales al menú de economías
varias surten al hambriento de abundantes viandas regadas con fresquísimas cañas
salidas de surtidores mágicos o el tinto del verano más pop de la costa
mediterránea. Los más afortunados disfrutan de brevísimas siestas antes de
afrontar los nuevos retos que ofrece el cartel. El Low promete hoy una travesía bien distinta, en una misma jornada se
unen bandas que apuestan por contenidos algo espesos, muy trabajados y
profundamente barrocos a primera vista no aptos para todos los lowers. Las exigencias de Massive
Attack para impedir que nadie más tocara en el recinto mientras ofrecían su
show, las pagaron curiosamente las dos bandas que regalaron los directos más
entretenidos de la noche. Corizonas, obligados
a reducir el tiempo de su actuación, demostraron que también se puede hacer
surf en Madrid con su sonido de nacimiento californiano, bañado por las olas de
la costa Este y recubierto con los aires de la meseta manchega. La curiosidad
mitómana recordará que el nombre de la banda nace de la contracción del nombre
de la población californiana de Corona,
donde Fender construyó sus míticas
guitarras hasta que en 1991 trasladó la sede de la empresa a Arizona.
Desde Murcia llegó Second, que empezaron con casi 20 minutos de
retraso y sin descuento en el final por honrar a Massive Attack. Posiblemente por ello decidieron, contra todo
pronóstico, iniciar la abreviada sesión con su hit futurista 2502, enfundados en sus uniformes de
inspiración Devo modelo evolucionado
de El Aviador DRO para entonar su
divertido pop saltarín. En el
estadio central los Massive jugaron para
ganar con todo a favor, contando con el factor campo consiguieron los
tres puntos con eficacia. Ofrecieron la victoria a los suyos en medio de un
lleno incontestable en la ciudad deportiva Guillermo
Amor. El luminoso espectáculo que acompañaba a su puesta en escena fue el
motivo de la restricción de otras actuaciones. Paradójicamente un montaje de
denuncia social, contra la guerra o las marcas y multinacionales que aúpan el
capitalismo reinante perjudicó el trabajo creativo de dos bandas españolas más
modestas en medios que los grandes gurus del Trip Hop. Los de Bristol
aderezaron su directo exquisito compaginando novedades con clásicos como Teardrop, Angel o Unfinished Sympathy que congeniaron el delirio general desde el
césped a las gradas, llenas para la ocasión como en ningún otro encuentro.
Más
difícil lo tuvieron The Horrors, sus
lúgubres ritmos post punk no encontraron el mejor momento para su programación
cuando la noche aún no había llegado a caer del todo en el escenario principal.
Faris Badwan paseó desgarbado su
estudiado desaliño y cuidado ropaje como el fantasma de un cuento gótico. La
oscuridad se adentró en la espesura del parque con El Columpio Asesino, que desglosó su personalísimo repertorio de
letras siniestramente elegantes y fondo denso, reservado a aquellos que quieren adentrarse en
las profundidades del punk rock inspirado por la Velvet Underground pasado por el tamiz de Sonic Youth o Joy Division.
Una preciosa joya fiel a su acta fundacional lanzada al mundo en 1999 desde
Pamplona. Mucho más directo y transparente es el pop rock ofrecido por los
madrileños The Parrots, una banda en
alza que se presentó en el escenario Wiko
destinado a formaciones de menor predicamento entre la audiencia. El Low superó su ecuador con un nuevo
pleno ante una apuesta ciertamente arriesgada. Suma y sigue.
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