lunes, 20 de julio de 2015

EL SONIDO DE LA MAGIA ENVOLVIÓ EL FIB

FFS. Foto: Pau Bellido
El Festival Internacional de Benicàssim es bastantes más cosas que una gran reunión de música y un negocio que no siempre da los resultados esperados. En sus recintos se palpa la emoción de pequeñas historias convertidas en grandes por sus protagonistas. Sara y Jose se conocieron hace 14 años en el FIB, cuando ya llevaban tiempo asistiendo al certamen por separado. A partir de entonces han seguido compartiendo la experiencia juntos cada verano para celebrar su aniversario. Se casaron y ahora tienen una hija que posiblemente algún día también asista al FIB, el certamen que nació junto al mar. Este año, cuando empiezan a superarse los problemas propiciados por la crisis económica, el FIB remonta poco a poco el vuelo volviendo a su esencia musical. Cerradas ya las puertas de la 21 edición el balance deja un momento mágico que se ha ganado el honor de situarse entre las vitrinas de los grandes conciertos de los muchos que por allí han sonado. Todo empezó el jueves 16 de julio en el escenario Las Palmas, rebautizado en honor al parque natural del Desert que preside la plana. Una figura casi fantasmal empezó a deslizarse envuelta en las turgencias de un vaporoso conjunto blanco, que contribuía a resaltar una melena roja. Florence Welch, discretamente rodeada por su Machine, empezó a oficiar una ceremonia llena de misticismo y generosidad. Sin maquillaje que distrajera la atención de la experiencia que iba a desatar y avanzando con los pies desnudos mostró una perfecta comunión con los músicos y la ofreció al público. Después de una introducción tenue desplegó toda la potencia de su voz, conmovedora y directa, que la acompañaría durante toda la sesión sin que ello le impidiera danzar de un extremo a otro, con una pasión que la llevó a descender a primera línea compartiendo canción con algunos de los afortunados de las primeras filas. Su impecable dicción llegada de otro mundo fue acompañada por una perfecta orquestación donde no faltaron himnos impelidos de una apoteosis sinfónica como Spectrum (Say My Name), o No Ligth, No Ligth, entonados por la voz de una diosa.

Florence + Machine. Foto: Pau Bellido


Previamente el desenfreno de los ritmos étnicos de Crystal Figthers habían convertido el escenario literalmente en una selva, con un atrezo que envolvía hasta los mástiles de los micrófonos. También muy de bailar, pero más de disco que de jungla los Clean Bandit ofrecieron sus ritmos funkys retro que suenan muy a 90. Los jovencísimos Trajano! evidentemente prefieren los 80 y muy en concreto a Joy Division, en una versión española que transita en las zonas oscuras de Parálisis Permanente o Décima Víctima. Entre la nutrida presencia de bandas hispanas sonaron los alicantinos Mox Nox, el primer grupo incluido en la programación con el repertorio en valenciano. Llegados de Barcelona Ocellot, que removieron el ambiente cubiertos en sus capas de purpurina enfundados en el escenario transformer, una especie de furgoneta music truck de reducido tamaño y nombre de bebida energética, convertida en la última adquisición como tercer espacio de conciertos. Un lugar donde casi no cabían Vesseles con su electro jazz que utilizan como cantante los samplers de una voz femenina. El primero gran auto tributo a la época dorada al brit pop llegó con Noel Gallagher’s High Flying Birds, que diseñó un repertorio destinado a culminar con alguno de los hits de uno de los hits de Oasis de los tiempos en que aún se llevaba con su hermano, la elegida fue Don’t Look Back In Anger. Blur, más enteros, elevaron el listón de sus antiguos competidores en la versión del sábado, recordando la solidez de su eternamente juvenil propuesta después de cumplir un cuarto de siglo haciendo de chicos divertidos. El tamiz punk rock de Jaime T evocó los modos y sonido de los Clash o los Buzcoocks, que hizo las delicias de algunos de los espectadores más jóvenes, retoños de apenas 8 o 9 años que coreaban junto a sus padres like a Zombie, el pegadizo estribillo de uno de las canciones estrella de la banda, con diez años ya en acción. El registro más agresivo lo puso Prodigy con sus estribillos salidos de una mala digestión, que siguen el reflujo de su primegio Nasty, que sonó para confirmar que los tipos más amenazadores de todo el lugar estaban subidos en el escenario. 

Los Planetas + Mendieta. Foto: Pau Bellido


Los Planetas tuvieron su baño de masas, convertidos en la banda peninsular que más veces ha sonado en el FIB. El retorno del porcentaje de público español y local se notaba en los momentos de los coros de la icónica banda indie. El inesperado cameo apareció cuando la banda de J entonó su himno oficial Un buen día. El interior derecho Gaizka Mendieta, uno de los protagonistas de la letra, acompañó la ejecución a la guitarra recordando su buena relación con los granadinos en un maridaje con mucho sabor a guitarra.
Guitarras y juego de voces componen el consorcio FFS, asociación que reúne a los escoceses Franz Ferdinand y los americanos Spark, peculiar emulsión pop de los 70. A pesar de que llevan años colaborando, su primer disco conjunto, de nombre homónimo, acaba de salir. Los inquietantes tirones de elegancia consiguieron atrapar una vez más a los que asomaron a compartir momentos con Portishead, elevados desde hace años al pulpito de la modernidad con un repertorio ilustre. La fiesta subió al escenario-autobús con Joe Crepúsculo, Una Máquina de Baile capaz de sonsacar los ritmos más inesperados. Los castellonenses De Bigote, encargados de abrir fuego a primera hora, cuando no había sombra donde guarecerse, mostraron una calidad que justifica su presencia en las ardientes arenas del FIB mientras desplegaban su pop cuidado y estilizado en el escenario Las Palmas, el lugar reservado para los grandes donde se volvieron a vivir momentos memorables. La magia del FIB volverá.

       


jueves, 2 de julio de 2015

PORTISHEAD, PRODIGY Y BLUR UNIDOS POR EL FIB




La temporada de festivales, como las lluvias en verano, se adelanta cada año. Tal vez a causa del calentamiento global, que avanza inexorable, o quizás por la inercia de una vida que exige novedades de manera inmediata los acontecimientos se precipitan. La previsión anuncia, no obstante, que el FIB llega a su hora. El Festival Internacional de Benicàssim cumple 21 años consolidando su posición como decano de los certámenes versión macro. Desde su incipiente nacimiento en el Velódromo de la ciudad castellonense, la apuesta por la escena más alternativa ha sido hábilmente combinada con valores seguros entre las tribus indie. Una prueba más es la inclusión entre los cabezas de cartel de tres colosos nacidos en los 90, todos ellos originarios de las islas donde el té se toma siempre a las cinco y la reina es eterna. El ejemplo máximo de los llamados grupos de culto noventeros es Portishead. En más de 20 años les han bastado tres discos para convertirse en iconos de la after modernidad, su magisterio lo vale. Dummy  fue el primero con su deslumbrante oscuridad, que renovó la escena del Bristol sound para internacionalizarla. Le siguió el homónimo Porstishead, que avanzó por caminos más arenosos y el tercero fue llamado como no podía ser de otra manera Third. Es la personal trilogía, adobada con algunos remixes, de un grupo que ha sabido sacar el máximo partido a sus samplers y su revolucionaria manera de programar la música electrónica, que fue llamada trip hop porque alguna etiqueta hay que poner, aunque a ellos no les guste. Una legado viviente que ha pasado a integrarse en la cotidianidad más cercana, generando derivados ciertamente inocuos que sirven de relleno a los hilos musicales de las consultas de profesionales de la ortodoncia y los ascensores más cool. Mucho mejor ver a los originales y además en directo.



En el otro extremo de la balanza se sitúa Prodigy, con sus guturales cantos que parecen proceder de un intestino atormentando llevando los ritmos electrónicos por los derroteros más hardcore posibles. No es su primer desembarco en el FIB, a diferencia de Portishead sí tienen más de tres discos y en esta ocasión presentan trabajo nuevo, The Day is my Enemy, cuyo título deja clara la filosofía de vida diaria de sus contundentes ritmos siempre llenos de energía. Más melodiosas son las propuestas eternamente pubescentes de Blur, sus guitarras y voces post beat evocan los tiempos gloriosos del brit pop que aún sigue dando juego. La diversión está también asegurada con Kaiser Chiefs, veremos si Ricki Wilson vuelve a escalar a lo más alto del escenario ascendiendo por la torre de luces, como hiciera en 2013. No faltará a la cita de Benicàssim Noel Gallagher, uno de los representantes de la otra banda que competía, más o menos ficticiamente, por liderar el género. El rostro más afable de los colíderes de Oasis frente a su irascible hermano Lian se presenta el certamen escoltado por sus High Flying Birds   



A la terna se une una propuesta más reciente pero de éxito ciertamente consolidado. Florence and The Machine, desplegará su folk armonioso y orquestado sobre las arenas de Benicàssim. Desde 2007 la melena pelirroja de Florence Welch viene desplegando sus encantos y su voz cándida, elegante y al mismo tiempo decidida, con la que sigue llenando recintos, entre ellos el Royal Albert Hall en el centro del sacro imperio británico. La visita es deuda después de suspender su primera asistencia prevista para el FIB 2012. Y entre los que repiten una vez más están Los Planetas, siempre muy bien recibidos en uno de sus ambientes naturales, como auténticos máximos exponente del indie patrio, con ellos seguro que será un buen día.



Por supuesto no hay que perderse la siempre insospechada puesta en escena de Joe Crepúsculo, que desde su ignota seriedad presencial augura siempre buenos motivos para la fiesta que siempre suena brillante al mando de su fábrica de baile. Y como manda la tradición Aldo Linares rubricará el acto final. Desde la primera edición del FIB y los tiempos gloriosos de la sala Maravillas  se encarga de clausurar oficialmente el festival (oficiosamente la cosa suele alargarse algunos días para los más impulsivos) con su sesión siempre eclécticamente sorprendente más allá del tiempo y del espacio. Al menos eso es lo que dice la previsión que incluye hasta 100 propuestas diferentes en el cartel. Una programación que augura buenos tiempos para la música este verano en Benicàssim.